martes, 2 de noviembre de 2010

Centurión, de Neil Marshall [2010]


Cuando los mortales libran las batallas de los dioses, éstos lejos de sentir los regueros de sangre, el olor a heces y entrañas, los estertores de los moribundos y el paso tambaleante de las sombras de los supervivientes bajo un manto de polvo y una arboleda de lanzas contemplan de forma significativa y con rostro marmóreo la escena.
Hasta que alguien en el Bingo celestial grita !Línea! y la deidad ganadora gana su estipendio correspondiente y cada cual a recomponerse la túnica con dignidad, mesarse la barba, carraspear y a agitar el sonajero más taca-taca en busca de adoración mortal en sus respectivos campos.

Ése es el significado de alguna escena en Centurión, basada en la ambivalencia de dos bandos; el defensor y el conquistador en la Britania de la Antigua Roma, dos puntos de vista que se basan en los pictos defendiendo el suelo que les pertoca con el daño causado por la sandalia de la civilización y el romano. Cuyo estandarte ansía más y más con unos soldados nacidos en los puntos geográficos más variopintos que bien desearían estar en algo más reconocible al hogar y no en el culo del mundo con un temporal de perros.

La película entremezcla dos perspectivas que ahuyentan de forma considerable la falsa épica que bien podría ser descrita por un escribano acomodado por el calor de una hoguera buscando pompa y circunstancia. Dejando el terreno yermo para la crueldad y un salvajísmo desaforado en sus protagonistas por el odio impuesto y por la huída para salvar el pellejo que en sí misma es un éxito desprovisto del mérito de los gerifaltes de turno.

Centurión conjuga de forma sencilla las puestas en escena en el espacio-tiempo argumental, unos métodos considerados bárbaros que bien recuerda a las emboscadas de los pueblos germánicos, traición, huídas, rescates frustrados, traspasos de poderes desprovistos de simbolísmos y allá te quedes tú con el marrón. Venganza y rastreo empecinado con violencia extrema. Más una vuelta atrás en busca de calor humano que bien podría considerarse un: Mis huesos no suspiran por Roma tanto como yo creía.

Qué decir, las interpretaciones son correctas y muy competentes, la trama en otro contexto histórico recuerda mucho a un arco argumental de las historias escandinavas narradas en Northlanders de Vertigo Comics. Olga Kurylenko en su papel de picta demuestra ser algo más que una cara bonita, no como en James Bond: Quantum of Solace, aunque no medie palabra.

En definitiva, si queréis ver cine sin pretensiones, una historia coherente y sin desvaríos vanos con el factor de naturaleza humana como heráldica. Centurión de Neil Marshall tal vez os proporcione un suspiro de cine que vale la pena lejos del histrionísmo a la mode que asalta las carteleras desde hace tiempo.